17 de mayo de 2018

Del Yo al Nosotros

Nuevas voces para hacer un proyecto aún más grande y diverso, más potente y más rico. Es un honor poder compartir los pensamientos de Diego Gaudini, alumno de nuestro PIDE (Posgrado Internacional en Dirección Estratégica). Diego es coach y consultor, enfocado en las relaciones humanas y el cambio organizacional. Está formado en múltiples disciplinas y cuenta con amplia experiencia en empresas, organizaciones públicas y el ámbito deportivo. En esta ocasión reflexiona sobre la razón de que no emerjan equipos reales. Es un tema clave en entornos individualistas y en épocas de grandes eventos deportivos y conflictividad política. Sinergías y ego flotan en el caldo del fracaso colectivo y mientras le sacamos fotos a la cuchara no entendemos que deberíamos sacar y cómo permitir que todos coman hoy y mañana también. Una historia que podría ser dorada pero por ahora asoma dolorosa...


“Si quieres llegar rápido camina solo, si quieres llegar lejos ve acompañado”
- Proverbio africano

Hay una cuestión como consultor, y fundamentalmente como Argentino, que me obsesiona… y es la poca capacidad que tenemos para generar Equipos. Equipos en serio. ¿Por qué no somos comunidad? ¿Por qué casi siempre prevalece el individualismo? ¿Por qué brillamos en la singularidad y no en la pluralidad?

Hay algunos indicios a tantos “porqués”, veamos… porque un equipo se construye desde la humildad, se construye desde la vulnerabilidad, desde la posibilidad de desnudarnos frente al otro, desde nuestras miserias; desde ahí nos entramamos, desde mi debilidad me complemento, desde la diversidad alcanzo lo inalcanzable para mí solo. Por eso nos necesitamos para lograr resultados que de otro modo no llegan. O llegan en modo “hazaña”, cuando podríamos sufrir menos para lograrlos, la madera está.

¿Pero qué es lo que hacemos? Todo lo contrario a lo mencionado. Sólo mostramos nuestro costado “lindo”. En esta era de redes sociales (antes también), mostramos lo que creemos nuestras fortalezas, nuestro mejor perfil, la foto linda en Facebook o en Instagram, la frase ocurrente en Twitter, o el éxito profesional en LinkedIn. Lo que hacemos en las redes sociales, lo replicamos en nuestros comportamientos sociales. O mejor dicho, las redes sociales reflejan como nos exponemos en sociedad.

Y así nuestra debilidad, que en realidad es mi posibilidad, queda oculta, cajoneada, no vaya a ser que me vean equivocarme, o no tener una respuesta, o necesitar ayuda…

Paradójicamente lo que ocultamos es lo que nos hace diferentes y genera valor en el contexto, pero lo preservamos, vaya a saber para qué mejor ocasión.

Las ocasiones son hoy.

La deriva cultural nos limita, somos frascos en una góndola, las modas nos llevan a mostrar lo que es aprobado. Y lo que se aprueba es la mediocridad, no la diferencia. Lo que nos empareja (para abajo) y no lo que nos empuja a subir la vara.

Hoy la suma de las partes es mas que el todo, porque nos seguimos mirando el ombligo y creemos que de este modo preservamos nuestra identidad. Que así nos fortalecemos individualmente y desde ese fortalecimiento después podemos dar más y mejor… pero solo lo que haga falta, no sea cosa que demos más de la cuenta.

Lo que no sabemos, o no queremos ver, es que nuestra identidad la co-construye el otro conmigo, como dice el antropólogo Clifford Geertz, el otro es solo un YO distinto. A veces nos enojan actitudes de otros y cuando nosotros estamos en esa situación hacemos exactamente lo mismo. Es un YO distinto. Es la Otredad.

El otro me constituye como individuo y me enriquece en mi ser. Cuando empezamos a ver que en conjunto nos vamos haciendo y en esa construcción colectiva vamos dando nuestra mejor versión en función del conjunto, no tenemos que esperar a ese fortalecimiento individual para después dar, y alimentar nuestro ego; sino que con el otro voy construyendo con una mirada amplia.

Cuatro ojos ven más que dos, y dos personas observan, perciben, interpretan, escuchan, sienten, saben y aprenden más que una, así se hacen los equipos.

En la construcción colectiva cada paso es nuestra mejor versión, no especulamos.

Sin embargo, nuestra idiosincrasia, nuestro modelo mental, nuestro relato, nos empujan a mirarnos el ombligo, así crecimos, así vimos que era la cultura en la que nos fuimos formando, así creímos que se llegaba al “éxito” (siempre individual), así generamos héroes, caudillos, así tenemos un Messi, así tuvimos un Maradona, así estamos…
Scola, Nocioni, Ginóbili, parte de la "Generación Dorada"
del basquet argentino, en el banco de uno de sus partidos cumbre.

El único ejemplo que me viene a la mente que rompe con estos modelos individualistas es la Generación Dorada, el equipo mas exitoso de nuestra historia, un EQUIPO, que tenia un Ginóbilli. Y no a la inversa.

¿Qué vemos que pasa en los equipos Argentinos? Grandes jugadores que brillan en sus clubes y que cuando se juntan para representar al país bajan su nivel y no logran constituirse como equipo en función del potencial individual. Esto lo observamos en varios deportes, no solo en el fútbol; pero también lo observamos en las organizaciones, en los gobiernos, y cada vez que nos tenemos que juntar para ir por grandes objetivos.

La suma de las partes es más que el todo. Tenemos problemas de cartel, queremos estar en la marquesina y salir en la foto, para seguir alimentando nuestro demonio interno, el ego.

Tenemos jugadores 9 puntos, y armamos equipos 6 puntos. Hay una potencialidad que claramente nos estamos perdiendo. Se trata de ser el mejor jugador para el equipo, y no del equipo.

¿Cómo rompemos con esto? ¿Cómo aparece un nuevo mundo?

No hay certezas…

Pero podemos probar nuevas recetas, porque ya vemos que más de lo mismo, no genera resultados distintos.

¿Por dónde empezar estas nuevas recetas? Por uno mismo claro. Por poner en práctica los dos talentos indispensables en las organizaciones, y en todo grupo humano: HUMILDAD y GENEROSIDAD.

Humildad para saber que no sabemos, para pedir ayuda, para aceptar esa ayuda, para decir no puedo, o no sé cómo, o simplemente para no salir en la foto.

Generosidad para ponerme al servicio del otro, para ofrecer mi singularidad en beneficio de lo plural. Para jugar el juego grande, y no pequeños subjuegos.

Nuestro gran aporte es el ejemplo, salir de lo establecido y generar nuevos hábitos que sirvan de ejemplo a nuestros hijos. Ya no pasa solo por mostrar responsabilidad, compromiso, idoneidad, etc. Pasa además, por mostrar cómo y dónde lo ponemos. Desde qué mindset lo hacemos. Dónde ponemos el ojo, cómo damos en función del todo, sin esperar nada a cambio, jugando a lo grande, sin mezquindad.

La construcción colectiva es el verdadero cambio cultural... es la matriz para tener mejores políticos, mejores empresarios, mejores deportistas, mejores ciudadanos; una mejor sociedad y construir juntos a largo plazo; plantar árboles que no veremos.

Los que van a vivir esta otra cultura son nuestros hijos, nosotros podemos ser la semilla que muestre un camino, o podemos condicionarlos a más de lo mismo.

El cambio está a la vuelta de la esquina, pero para abrazarlo y no seguir de largo, tenemos que salir de la linealidad.

Es kármico, lo que das vuelve multiplicado, sin que lo esperes. Dar genera una experiencia única. Es el acto más egoísta y generoso que existe.

Cuando transitemos este sendero, empezaremos a ver que el todo es mas que la suma de las partes


"Un jugador que hace grande al equipo es mejor que un gran jugador" 
James Kerr



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